BIZANTINOS EN TIERRAS DE ATILA (c. 450) 

 

Cuando llegué a la casa, junto con el séquito que acarreaba los obsequios, encontré las puertas cerradas, y debí esperar que alguien saliera y anunciara nuestra llegada. Mientras esperaba y caminaba de un lado a otro frente al cerco que rodeaba la casa, un hombre, a quien por su vestido escita tomé por un bárbaro, vino y me habló algo en griego, con la palabra "Xaire" ("¡Saludos!"). Me sorprendí ante un escita hablando en griego. Dado que los súbditos de los hunos provienen de diversas tierras, hablan, aparte de sus propias lenguas bárbaras, o en lengua huna o en lengua gótica, o –como muchos tienen trato comercial con los romanos- en latín; sin embargo, ninguno habla fácilmente el griego, excepto de aquellos cautivos procedentes de las costas de Tracia o Iliria, a los que cualquier extraño reconoce fácilmente por sus vestidos raídos y la miseria de sus cabezas, como hombres que se han encontrado con un revés en su vida. Este hombre, por el contrario, parecía un escita de buen vivir, estando bien vestido, y teniendo su cabello cortado en un círculo, a la moda escita. Habiendo devuelto su saludo, le pregunté quién era y de dónde había venido a una tierra extranjera y adoptado la vida escita. Cuando me preguntó por qué quería saber, le dije que su habla griega había despertado mi curiosidad. Entonces sonrió y dijo que había nacido griego y se había ido como mercader a Viminacio, en el Danubio; allí se había quedado largo largo tiempo, y se había casado con una esposa muy rica. Pero la ciudad cayó presa de los bárbaros, despojándosele de toda su prosperidad, y por su riqueza fue asignado a Onegesio en el reparto del botín, como era costumbre entre los escitas de que sus jesfes conservaran a los prisioneros ricos. Habiendo luchado valientemente contra los romanos y los acatirios, había pagado con los botines que ganó para su amo, y así obtuvo la libertad. Entonces, se casó con una bárbara y tuvo hijos, y tenía el privilegio de comer en la mesa de Onegesio.

Consideraba su nueva vida entre los escitas mejor que su antigua vida entre los romanos, y las razones que dio fueron las siguientes: "Después de la guerra los escitas viven en la inactividad, disfrutando de lo que tienen, y para nada, o muy poco, acosados. Los romanos, por otra parte, primero están muy propensos a morir en la guerra, pues tienen que descansar sus esperanzas de supervivencia sobre otros, y no se les permite, debido a los tiranos, usar armas. Y aquéllos que las usasn son lesionados por la cobardía de sus generales, que no pueden sostener la conducta de la guerra. Pero la condición de súbditos en tiempos de paz es mucho más penosa que los males de la guerra, ya que la exacción de los impuestos es muy severa, y hombres sin principios inflingen heridas en otros, porque las leyes en la práctica no son válidas contra todos. Un transgresor rico no es castigado por su falta a la justicia, mientras que un hombre pobre, que no entiende el negocio, sufre la pena de la ley, siempre que no muera antes del juicio, que tanto tiempo es alargado en el curso de las demandas en las que se gasta tanto dinero. El punto culminante de la miseria es tener que pagar para poder obtener justicia, ya que nadie dará una corte al ofendido a menos que pague una suma de dinero al juez y a los empleados del juez".

En respuesta a este ataque al Imperio, le pedí que fuera tan amable de escuchar con paciencia el otro lado de la cuestión. "Los creadores de la república romana", le dije, "quienes fueron sabios y buenos hombres, en aras de prevenir que las cosas fueran hechas caprichosamente, hicieron una clase de hombres guardianes de las leyes, y designaron a otra clase para la profesión de las armas, que no había de tener otro objeto que no fuera el estar siempre preparados para la batalla, y que avanzaran a la guerra sin temor, como si con su ejercicio ordinario y la práctica hubiesen ya agotado todo su miedo. Otros fueron asignados a atender el cultivo del suelo, para manetenerse a sí mismos como a quienes combaten por su defensa, contribuyendo con el abastecimiento militar de maíz... A aquellos que protegen los intereses de los litigantes les es pagada por éstos una suma de dinero, tal como un justo pago es hecho por los campesinos a sus soldados. ¿Acaso no es justo mantenerlos a ellos, que asisten, y corresponderles su bondad? El mantenimiento del caballo beneficia al caballero... Aquellos que gastan dinero en un juicio que al final pierden, no puden culpar en razón a nada que no sea la injusticia de su caso. Y con respecto al largo tiempo invertido en los juicios, eso es materia que concierne a la justicia, pues los jueces no pueden fallar en emitir juicios correctos por tener que una sentencia de improviso; es mejor que puedan reflexionar y concluir el caso más tardíamente que, por juzgar a la rápida, dañen al hombre al tiempo que cometan faltas contra la divinidad, institutriz de la justicia... Los romanos tratan a sus siervos mejor de lo que el rey de escitia trata a sus súbditos. Tratan con ellos como padres o maestros, advirtiéndoles que se abstengan del mal y sigan las pautas de conducta que hayan estimado honorables; los reprenden por sus errores como a sus propios hijos. No les está permitido, como a los escitas, causarles la muerte. Tienen numerosas formas de conferirles la libertad; pueden liberar no sólo en vida, sino también a través de sus testamentos, y los deseos testamentarios de un romano respecto a ello, se constituyen en ley".

Mi interlocutor derramó lágrimas, y confesó que las leyes y la constitución de los romanos eran justas, pero lamentó que los gobernantes, no poseyendo el espíritu de las generaciones anteriores, estuvieran arruinando al Imperio.

 

Priscos, Fragm. 8, en : Excerpta de Legationibus, en: Corpus Scriptoriae Historiae Byzantinae. Trad. del inglés por Constanza Caselli y Michelle Prain. El texto en inglés, traducción de J. Bury, se puede leer en: http://www.acs.ucalgary.ca/~vandersp/Courses/texts/prisfr8.html

que forma parte del Internet Medieval Sourcebook http://www.fordham.edu/halsall/sbook.html

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