EL MUNDO PERSA SASSÁNIDA DEL s. III SEGÚN FIRDUSI

 

Ardachir asciende al trono.

En Bagdad, Ardachir se sentó en el trono de marfil y sobre su cabeza se puso la muy preciada corona y, una vez en la mano el cetro real, iluminó el lugar en donde iba a gobernar. Luego fue llamado Rey de Reyes (shahansha) y nada podía distinguirlo de Goshtasp. Cuando le fue colocada la corona de grandeza sobre su cabeza, entonces se dirigió a la multitud desde su trono con triunfo y alegría:

"En este mundo mi tesoro es la justicia y todo el Universo ha revivido gracias a mis esfuerzos. Nada puede despojarme de este tesoro; el mal llega a todo hombre que hace el mal. De un extremo al otro, el mundo está bajo mi protección y mi costumbre es la justicia que todos los hombres aprueban. No habrá hombre que sufra hambre a causa de mis colaboradores, mis capitanes o mis caballeros, ya sea un malhechor o un hombre lleno de virtudes. Esta audiencia de la corte está abierta cualquier persona, tanto el que desea mi bien, como el que me desea mal".

A todas las regiones él mandó tropas, y si el gobernante dio pruebas de ser hostil, ellas llevaron su cabeza al nivel del camino por haber elegido la vía de la espada y la batalla a campo abierto.

 

Sapor juega a la pelota y es reconocido por Ardachir.

Al alba del día el Destour del rey llevó a los niños a la plaza del castillo, todos iguales en vestido y de talla, de suerte que no se podía distinguir a uno de otro. Se hubiera dicho que había una fiesta en la plaza, y en medio de esta muchedumbre estaba el príncipe Sapor. Los niños empezaron a tirar la pelota, y cada uno quiso distinguirse por sus golpes. El rey llegó a la plaza acompañado de algunos íntimos que no lo abandonaban nunca; miró, suspiró viendo a sus niños y los señaló a su ministro con el dedo diciendo: "Espero que haya entre ellos un hijo de Ardachir". Su consejero respondió: "¡Oh, rey! Tu corazón atestigua la existencia de tu hijo". El rey dijo a un servidor: !Oh, hombre ingenioso y observador. Ve sonriendo hacia los niños y lanza con una raqueta su pelota (la de ellos) hacia mí, y aquel de entre ellos que venga valientemente como un león en medio de sus caballeros y quite la pelota frente a mis ojos sin respeto por nadie de este cortejo, ese es, sin duda, mi hijo querido; el que proviene de mi raza, de mi cuerpo y de mi familia". El servidor del rey parte y, como le ha sido ordenado, golpea la pelota y la envía frente a los caballeros, los niños la siguen rápidamente, como flechas, llegados cerca de ella y frente al rey dudan y se detienen atemorizados; pero Sapor se precipitó hacia adelante, alcanza la pelota, la toma, y, a alguna distancia, la lanza a los niños.

El rey sintió alegría de corazón como un viejo que se siente rejuvenecido; los caballeros alzan al niño y se lo pasan de mano en mano; el rey de reyes lo toma sobre su corazón y rinde agradecimiento al distribuidor de la justicia. Besa al niño en la cabeza; la cara y la mejilla y dice: "No hay que ocultar al mundo semejante maravilla. Jamás habría osado esperar esto en mi alma pues creía que lo habían asesinado. Dios hizo prosperar un Imperio y quiso darme un sucesor en el gobierno del mundo; no podemos sustraernos a sus órdenes, desde ahora llevaremos la cabeza más alta que el Sol".

Eligió de su tesoro oro y joyas, eligió muchos granates magníficos, y la Corte volcó sobre el niño oro y piedras y volcó sobre él almizcle y ámbar hasta que su cabeza desapareció bajo las piezas de oro y su rostro quedó invisible bajo las piedras finas. Enseguida el rey esparció piedras sobre el amizcle y ámbar, y lo hizo sentar sobre un árbol incrustado de figuras de oro y le dio tantas riquezas como su palacio y su sala de audiencias contuviesen. Ordenó que la hija de Artaban fuera traída nuevamente al palacio, feliz y serena le perdonó sus faltas pasadas y borró de su alma toda traza de herrumbre. Hizo venir de la ciudad maestros, todos los hombres que conocieran una ciencia y la enseñaran al niño, la escritura pehlevie, una actitud fiera y real, el arte de manejar las riendas en el combate y de presentar a caballo la punta de la lanza al enemigo. Se le enseñó a beber vino, a hacer favores y a observar las costumbres de los burgueses, a mandar un ejército y todo lo que concierne a la lucha y los combates.

Enseguida el rey hizo cambiar los diseños de las monedas de oro y plata, grandes y pequeñas, y les hizo estampar de un costado el nombre del rey Ardachir, y del otro con el nombre de su afortunado vizir; y el nombre del Destour del rey, del hombre lleno de experiencia, de fiel consejo, se transformó en ilustre y fue ubicado sobre todas las cartas pues el rey le confió su sello y su anillo. El rey distribuyó todo su tesoro a los pobres que no vivían más que del trabajo de sus manos. Vivió en un lugar que no era más que un zarzal y construyó una bella ciudad que se llama DjundiSapor; tú no puedes conocerla bajo ningún otro nombre.

 

Ardachir organiza la administración de su imperio.

Escucha ahora lo que tengo que decirte de la justicia y de la inteligencia de Ardachir, de las reglas que dictó haciendo el bien a todos, de su grandeza y habilidad, y acuérdate de todo. El se dio muchos trabajos y estableció buenos reglamentos y se repartió sobre todos afecto y su justicia. Cuando deseaba aumentar los ejércitos del trono del Imperio, enviaba a todos lados mensajeros haciendo proclamar: "A quien tenga un hijo, que no le permita crecer sin haber aprendido esto: que le enseñe a andar a caballo, la manera de batirse con la maza, el arco y las flechas de madera de álamo". Cuando un joven había adquirido fuerza por los ejercicios, cuando habíase convertido en irreprochable en cada parte, venía de la provincia a la corte del rey y se ponía al servicio del ilustre trono del Imperio. Cuando una guerra estallaba los jóvenes de la corte con Pehlevan, un noble Mobedh experimentado y ansioso (ambicioso) de distinguirse. Con cada millar de estas jóvenes gentes partía un vigilante que los observaba y si alguno se había conducido flojamente en el combate, el vigilante hacía un informe al rey, tanto de los hombres sin valor como de aquellos que se habían conducido con bravura. Cuando el maestro del mundo había leído el informe hacía sentar delante de sí al mensajero, preparaba presentes para aquellos que habían hecho bien y elegía para ellos lo que había de más precioso en el tesoro, después tomaba nota de aquellos que se habían conducido mal para que no aparecieran más en los combates. Continuó así hasta que su ejército fue tal que los astros no habían visto uno más grande. Si había un hombre de buen consejo, el rey y los heraldos daban la vuelta al campamento y proclamaban: "Oh, hombres ilustres y guerreros del rey, quienquiera que se haya tomado digno favor del rey y haya inundado la tierra con la sangre de bravos, recibirá de mí un vestido de honor real y su nombre quedará en la memoria de los hombres". Es así que mantuvo el orden en el mundo entero por medio de sus ejércitos, fue pastor y los hombres belicosos fueron su rebaño.

Ahora atiende a los arreglos de Ardachir y cómo organizó el trabajo de los escritores en su despacho. Tomaba hombres entendidos y no confiaba sus asuntos a los ignorantes. El estilo y las escrituras a hombres que eran maestros en este punto, cuando un jefe se distinguía, el rey de reyes aumentaba su salario; pero a quienquiera que fuese inferior en escritura o en sutilezas no entraba al despacho de Ardachir; se lo empleaba en los gobiernos de provincias, y los buenos escribas quedaban junto a Ardachir. Cuando veía en la corte a un buen escritor lo alababa diciendo: "Un contador que hace entrar dinero en el tesoro, luego lo reparte con inteligencia y dándose trabajo, hace prosperar al país y al ejército, y alivia los vasallos que le piden socorro. Los escribas son como los tendones de mi alma, ellos son, sin saberlo yo, los amos del Imperio". Cuando un gobernador partía para una provincia, el rey le decía: "Desprecia el dinero, no vendas los hombres para adquirir tesoros, pues esta morada pasajera no es perpetua para ninguno. Busca la rectitud y la sabiduría (el buen sentido), y que la acidez y la locura queden lejos de ti; no lleves a ninguno de tus aliados ni parientes, la escolta que te doy es un apoyo suficiente. Da cada mes dinero a los pobres, y no les des nada a los malos. Si transformas en próspero al país por justicia, serás próspero tú mismo, y feliz por tu justicia; pero, si el sueño de un solo pobre es turbado por el miedo, es que has vendido tu alma por el oro y la plata.

Cuando un hombre venía a la corte del rey por un asunto importante o para pedir justicia, los confidentes del rey iban a verlo y le preguntaban sobre los gobernadores, si administraban justicia y si se libraban a sus pasiones o si alguno se acostaba con aflicción por su injusticia. Se interesaban por los hombres sabios del país, así como de aquellos que por pobreza quedaban en la oscuridad; preguntaban quién era digno de los favores del rey, así tanto uno que era anciano de gran familia, como un hombre probo, pues el rey decía: "Nadie debe gozar de mis trabajos ni de mis tesoros si no es un hombre tanto como los hombres sabios y que saben observar; pues, ¿qué hay de mejor que un anciano sabio? Busco hombres que tienen experiencia y los jóvenes de élite y trabajadores y encuentro bueno dar a la juventud, que tiene buen sentido y está ávida de aprender el lugar que se asigna a los ancianos".

Cuando sus ejércitos iban a combatir a algún lado, decidía con prudencia y sin precipitación. Tomaba por enviado a un escritor inteligente, sabio y buen observador y le entregaba un mensaje cortés y según las reglas, para que no hubiese guerra injusta. El mensajero se trasladaba junto al enemigo para conocer sus pensamientos secretos. Escuchaba sus palabras, si tenía sentido y consideraba una desgracia los asuntos, las fatigas y las calamidades de la guerra, recibían vestidos de honor real, un tratado, cartas credenciales y presentes. Pero si sus cabezas estaban inflamadas de cólera, sus almas llenas de rencor, sus corazones bullentes de sangre, el rey pagaba el sueldo de todo el ejército para que no hubiera descontento, elegía un Pehlevan deseoso de gloria, prudente, atento y calmo y a un empleado civil, que supiera las reglas y hábil, que debía vigilar las injusticias que cometiera el ejército, luego hacía montar en un elefante de modo que se oyera su voz a dos millas, y que gritaba: "¡Oh, guerreros ilustres, vosotros que tenéis coraje, renombre y honor! Es necesario que ningún hombre, sea pobre, sea ilustre y rico, tenga queja alguna de vosotros. En cada parada comeréis pagando y respetando al pueblo y cada quien que adore a Dios se abstendrá de tomar lo que pertenece a otro. Cada quien que mostrare su espalda al enemigo tendrá una suerte desgraciada; cavará su tumba con sus propias manos, o las cadenas ulcerarán su pecho y sus miembros, y su nombre será tachado de las listas, su comida será la basura, su cama será la tierra sombría".

El rey decía al jefe del ejército: "No seas blando, pero guárdate de la cólera y de la precipitación. Ubica a los elefantes delante del ejército, envía exploradores a cuatro millas de distancia; llegado el día de la lucha y de la gloria, recorre tu ejército, haz subir a tus tropas su dignidad, explícales el deber que deben cumplir en el campo de batalla, promete en mi nombre vestidos de honor para todos, viejos y jóvenes. Envía primero cien caballos para provocar al enemigo, y otros cien a poca distancia delante del ejército; pero, cuando se comience a combatir de los dos lados, ¡no dejes, aunque tu ejército sea numeroso, a los héroes ávidos de combate lanzarse y desguarecer tu centro! Haz que tu ala izquierda combata en masa cerrada al ala derecha del enemigo, del mismo modo, tu ala derecha su ala izquierda, y que todos luchen con el corazón latiendo al unísono. El centro del ejército permanecerá inmóvil, ningún hombre lo abandonará, no será sino cuando el centro del enemigo se debilite que harás avanzar el tuyo. Cuando estés victorioso no derrames más sangre de nadie, puesto que tus enemigos se dan a la fuga; si uno de ellos pide perdón, acuérdaselo y renuncia a la venganza. Cuando veas la espalda del enemigo, no te apresures y no abandones tu posición, pues debes sospechar de una emboscada y el campo de batalla debe quedar ocupado por el ejército; pero, si te has asegurado contra una emboscada del enemigo, entonces actúa sin escuchar el aviso sea de quien sea. Distribuye el botín entre aquellos que se hayan batido y que bravamente hayan puesto en peligro su dulce vida. A todos los prisioneros que cayeran en tus manos tráelos sin falta a mi corte; haré construir para ello una gran ciudad en el lugar que era un zarzal. No te desvíes de ninguna manera de estos consejos si quieres apartarte de la pena y la desgracia, y a la hora de la victoria, vuélvete hacia Dios, pues, no lo dudes, es él quien es tu guía".

Cuando un embajador llegaba de cualquier parte que fuese, sea de los turcos o de Roma, o de un país persa, el guardián de las fronteras recibía las novedades y no era negligente en tamaños asuntos. El enviado encontraba en todos lados de su ruta alojamiento preparado, era un asunto del cual estaban encargados los gobernadores; no les faltaba ni los vestidos, ni la comida ni el tapiz. Cuando el administrador de la provincia se había enterado por qué se dirigía al rey, hacía partir para la corte de Ardachir un empleado sobre un dromedario que llevaba alta la cabeza, para que se mandase un cortejo ante el extranjero. El rey hacía entonces preparar su trono de turquesas, ubicado sobre dos filas de servidores cubiertos de vestidos bordados de oro, y llamaba ante sí al enviado, lo hacía sentar sobre un trono de oro y le dirigía preguntas sobre todos sus secretos, sobre la felicidad o la desgracia que había experimentado, sobre su nombre y su renombre, sobre lo que hacía de justo o de injusto en su país, sobre las costumbres, el rey y su ejército. Lo hacía conducir a un palacio con la pompa que era debida a un embajador y lo proveía de todo lo que le hacía falta. Enseguida lo invitaba a su mesa y a beber con él, y le hacía sentar en su trono de oro y lo llevaba con él a grandes cacerías, para las cuales reunía una escolta innumerable, y lo despedía como exigía su rango de embajador, dándole un vestido de honor real.

Enviaba a todas partes Mobedhs benevolentes, el corazón despierto y llenos de inteligencia y gastaba grandes tesoros para hacerles fundar en todos lados ciudades, a fin de poder dar alimentos y residencia a quienquiera que estuviese sin techo y sin recursos, y a quien la fortuna era contraria para que el número de estos vasallos fuera aumentando. Su nombre sería bendecido en el mundo, en público y en secreto. No hay sobre la tierra más que un sólo rey que se le parezca y que recuerde a los hombres su memoria. Busco sinceramente hacer que viva su nombre, ¡pueda ser él feliz hasta el final!

Mira las maravillas que Ardachir ha producido por su justicia, que ha tornado a la tierra floreciente. Hablaba en secreto a mucha gente, tenía por todos lados agentes que le hacían informes, y cuando un hombre rico perdía su fortuna, el rey, tan pronto como tenía conocimiento de ello, rehacía sus asuntos y no lo dejaba en triste estado; le daba tierras fértiles, una residencia, servidores y subordinados y arreglaba todo como era debido, sin que la ciudad se enterara del secreto; en fin, ponía a sus hijos en manos de maestros si tenían inteligencia. Establecía una escuela y un lugar para el culto del fuego en cada calle. No dejaba a nadie en la necesidad a menos que ella misma ocultara su miseria. Administraba la justicia sin acepción de personas, así fuera un pobre o el hijo de un amigo; el mundo se tornó próspero por su justicia y el corazón de sus vasallos se regocijó. Cuando el amo del mundo es el compañero de la justicia, el tiempo no puede borrar su huella.

¡Reflexiona sobre las normas seguidas por este noble hombre y qué sólidos fundamentos de gloria estableció! Había en el mundo entero emisarios inteligentes, que tenían los ojos abiertos y observaban todo; cuando le hacían conocer un paraje arruinado o donde al río faltaba agua, acordaba una remesa de impuestos y no descansaba hasta abastecer las tierras que fueran. Cuando un propietario se había empobrecido y su subsistencia había desaparecido, le daba de sus tesoros instrumentos y capital y no permitía que su huella desapareciera del país.

Escucha, ¡oh, rey!, las palabras de un príncipe sabio y vuelve próspero al mundo de la misma manera. Si quieres ser libre de dificultades y de toda vejación, y llenar tu tesoro sin causar pena a los hombres, guárdate de oprimir a tus vasallos, y cada uno bendecirá tu justicia.

 

Ardachir indica sus últimas voluntades a los grandes del Irán.

El mundo, desde Roma a la China, del país de los turcos hasta la India, bajo la mano de Ardachir, habíase tornado brillante como el saleh romano. De todas las fronteras afluían los tributos y las rentas, nadie resistía al señor del mundo. Hizo llamar a todos los grandes del Irán, los hizo sentar según convenía a su rango en tronos de oro, y luego el amo del mundo se levantó y pronunció buenas y verdaderas palabras.

Prestad oídos todos, viejos y jóvenes, a las palabras de Ardachir, el rey ilustre. "Cualquiera sabe que el distribuidor de la justicia que existe no debe adorar más que a Dios, el santo. Por lo tanto, no despreciéis el buen sentido (la sabiduría), que estáis sujetos al rey. Sabed que jamás palabra alguna escapa de la memoria del sabio. Tened en cuenta que el miedo del pecado es más eficaz que las cadenas y la prisión del rey. En fin, la palabra del malintencionado no es honrada cerca de los grandes".

"Voy a deciros todavía que bien valdrá que vean vuestros ojos y vuestro espíritu. Honor a aquel que vuelva próspero el mundo y que en público y en secreto hace lo mismo; así también aquel que posee una voz dulce, inteligencia, modestia y una palabra cálida. Controla tus gastos, que aquel que derrocha por vanidad y tontamente su dinero en locuras no obtiene ningún provecho, nadie se lo agradece, y los hombres piadosos lo desaprueban. Si buscas la vida moderada, te sostendrás y los hombres de buen sentido te llamarán sabio. Para pasar en paz por este mundo, tienes delante de ti cinco caminos por los cuales tu fe y tu piedad florecerán, tu salud y tu alegría se acrecentarán y donde la miel de tu vida no estará acompañada de veneno. Primero, no busques por avidez y ambición sobrepasar lo que Dios te acuerde. Rico es el que está satisfecho, y el rosal de la primavera trae para él flores numerosas. Luego, resiste la chismorrería, y no digas tu secreto frente a las mujeres. En tercer lugar, no te complazcas en la gloria y los combates, pues que la gloria y los combates traen pesar y preocupación. Además, descarta de tu corazón la preocupación y no te aflijas por los males futuros. Y en quinto lugar, no te mezcles en los asuntos ajenos, no te interesan".

"Prestad todos oído a mis consejos y a mis aprovechables palabras. No ceses jamás de aprender, si quieres esclarecer tu espíritu; si tienes un hijo, líbralo al estudio y acorta el tiempo de los juegos. Prestad todos atención a mis palabras y a las penas que me doy por vosotros. Vosotros todos que sois justos y serenos de espíritu, no abandonéis jamás la amistad que existe entre vosotros. Dad a vuestro corazón tranquilidad para cuatro cosas de las cuales viene todo lo que es bueno y útil. Primero, temed, venerad y respetad a Dios para que os dirija y os guíe; enseguida, no abuséis de vuestro cuerpo y preservad la seguridad del pan, del vestido de vuestra fe; regulad vuestro corazón según las órdenes de Dios. Amadme como vos os amáis a vosotros mismos. En tercer lugar, para que aparezca la rectitud, alejad todo fraude. En fin, no desviéis vuestro corazón de las voluntades del rey del mundo, ni en público ni en secreto, quedadle atados como a vuestra propia vida y la obediencia a sus órdenes os alegrará".

"Tomad a pecho lo que él ordene y no dejéis desviar a vuestro espíritu lejos de él. Lo amaréis como a la vida misma cuando veáis que vela por vosotros con su justicia. El rey toma sobre sí todos los dolores (las molestias) de la realeza y no se inquieta por la pena (la desgracia) que puede ocurrirle. Si sabe que sus gobernadores y su ejército oprimen el país y no intervienen según la justicia exige, no es digno de ser el amo del mundo y la corona de los reyes no le sienta; ennegerece su título real y la majestad soberana lo abandona. Debe saber que un rey injusto es un león feroz sobre una pradera, y que un súbdito que no se conforme con todo su celo y todo su corazón a las órdenes del rey, vivirá en la pena y la desgracia y no llegará a la vejez en esta morada pasajera. Si sientes necesidad de dicha y poder, ten por seguro que no los obtendrás por la avidez y la altivez. ¡Pueda el corazón de mis súbditos ser feliz, pueda el mundo ser próspero por mi justicia!"

 

Kharrad pronuncia alabanzas a Ardachir.

Una vez que el rey hubo vuelto a tomar asiento, un hombre viejo avanzó hacia el trono; el nombre del anciano era Kharrad, su espíritu y su lengua estaban llenos de rectitud. Y respondió: "Oh, rey, puedas tú vivir tanto como dure el tiempo, puedas tú vivir feliz y bajo la estrella de la victoria. El país, el trono y la corona se sienten jubilosos de tu reino, y tú eres tan bondadoso y tan poderoso que los pájaros y las bestias feroces se recuestan en bandadas frente a tu trono. Tú eres el amo del mundo, de un límite al otro elevas tu cabeza por encima de los grandes que portan corona. ¿Quién sabría describir tu justicia? Puesto que la justicia y el poder son las bases de tu trono".

"Redoblemos todos nuestras adoraciones, bendigamos todos al maestro del mundo, que desde que vivimos en el mismo tiempo que tú, desde entonces deseamos la felicidad en todas las cosas, desde entonces estamos ávidos de ver tu rostro, desde entonces las buenas palabras y la ternura nos llenan de júbilo. ¡puedas tú vivir en seguridad, pues nos das seguridad, y a dios no plazca que faltemos a nuestra lealtad hacia ti! Has cerrado el camino a nuestros enemigos, a los hombres de la india y de la china, que no son nuestros iguales; las devastaciones, los combates y las agitaciones han cesado y nadie oye el ruido de los timbales del enemigo. ¡pueda tu espíritu permanecer eternamente sereno y el peso de los asuntos llevado por los mobedhs!

"Ningún rey te iguala en tu prudencia y en pensamiento no puede sobrepasar tu sabiduría. Por ti la justicia ha puesto en el Irán fundamentos tales que nuestros hijos tendrán todavía tiempo de ser felices; tu palabra ha adquirido una influencia tal que los ancianos se rejuvenecen escuchando escuchando tu sabiduría. Todos los que en esta asamblea son de nacimiento ilustre son felices por ti, por tu justicia; las inteligencias se han desarrollado por el efecto de tus palabras, gracias a tu presencia el mundo se ha tornado brillante. Eres el vestido de honor con el cual dios ha revestido la fortuna; la diadema, las armas y el trono permanecen así llenos de felicidad, bondad y justicia y los hombres te recordarán a ti como jamás se ha recordado a rey alguno. El mundo está seguro por el efecto de tu grandeza y de tu majestad. ¡Feliz el que se abriga bajo la sombra de tus alas! ¡Pueda el trono ser siempre tu sitial y la tierra quedar sumisa a tus órdenes y a tus voluntades!"

"¡Ay!, tú que buscas el fondo de las cosas, arranca tu corazón de esta vieja morada, pues ella ha visto muchos hombres como tú y como yo y no permanece para nadie; ya seas rey o servidor, tú pasarás y ella durará, que seas hombre de trabajo o que seas amo de la corona y del trono, debes partir cuando ella lo ordene; si eras de hierro la bóveda del cielo usarás; y cuando seas viejo le ahorrará sufrimiento. Cuando el ciprés que ha alegrado los corazones se curve; cuando los ojos negros se pongan a llorar, cuando el rosado rostro se vuelva color de azafrán, cuando la cabeza del hombre feliz se entorpezca, cuando el espíritu se duerma y todo lo que estaba en pie se acueste, entonces no te quedes, tú solo, puesto que tus compañeros de ruta habrán partido. Que seas rey o que seas vasallo, no tendrá otra morada que la tierra sombría. ¿Dónde están los poderosos amos de la corona y el trono, dónde los jefes inteligentes, dónde están los valientes héroes que llevaban alta la cabeza? Todos tienen por techo la basura y la arcilla; ¡feliz aquel que deja aunque mas no sea un nombre honorable!"

El rey Ardachir es un gran ejemplo, y cuando oigas mi relato, reténlo en la memoria.

 

Guerra de Sapor contra los romanos.

Mientras tanto, la novedad de que el trono del rey de reyes estaba vacante, se expandió; que Ardachir, el rey sabio había muerto y había dejado a Sapor el trono y la corona. En todas las fronteras se levantó un gran tumulto y todo el país de Keidafeh hasta Rumania se amotinó. Sapor tuvo noticias; hizo preparar los timbales y las banderas, reunió su ejército y lanzó hasta las puertas de Balnineh tropas ligeras, sin camellos cargados y sin equipajes. Un ejército avanzó desde Keidafeh, oscureciendo el sol por el polvo que levantaba y otro salió de Balvineh, bajo el mando de un jefe importante. Ese guardián se llamaba Baramush (Valeriano), era un caballero fiero, de espíritu brillante, honrado por los emperadores, que sabía tirar el lazo (para cazar), ilustre y poderoso.

Desde el momento en que se oyó elevarse de los dos lados el ruido de los timbales, este héroe ávido de gloria se adelantó del centro de su ejército y, del lado de los persas se adelantó un ilustre guerrero, Guershasp, el león. El sonido de los timbales y los gritos de los hombres retumbaban de los dos lados, y el valiente Sapor estremecióse en el centro del ejército, el ruido de los clarines y las campanillas indias era tal que la esfera de la luna se estremeció. Se ataron los timbales sobre las espaldas de los elefantes, se oía el ruido de los caballos sobre una superficie de dos millas, la tierra temblaba, las nubes de polvo se formaban, las lanzas del combate resplandecían como fuego, y todo hombre que había guardado su sentido decía que las nubes volcaban una nube de estrellas. El valiente Baranush fue tomado del centro de su ejército, el corazón henchido de sangre; tres mil romanos fueron matados en Balvineh, dentro de su línea de batalla, mil seiscientos fueron hechos prisioneros, y el corazón de los romanos tornóse pleno de tristeza. El César envió a Sapor, hijo de Ardachir, a un hombre inteligente, encargado de decirle: "¿Cómo puedes, tú, en el rostro del Supremo Juez, nuestro guía, derramar tanta sangre por este oro? ¿Qué dirás cuando te tome cuenta en el día del Juicio? ¿Qué excusa darás frente al padre que alimenta toda criatura? Enviaré el tributo tal como era antes, y no hay que aumentar aún la desventura de los hombres. Sometiéndome y pagando mi tributo, te liberaré de numerosos rehenes tomados en mi familia; pero es justo que abandones Balvineh, y te enviaré entonces, junto con el tributo, todo lo que puedas desear".

Sapor permaneció hasta que el César hubo enviado su tributo y sus rentas en diez sacos de piel de buey, mil esclavos romanos y brocados sinnúmero; moró siete días en Balvineh; luego abandonó el territorio romano y volvió a Ahwaz. Elevó una gran ciudad, a la cual dio con justicia el nombre de Sapor guird; y trabajó durante un año empleando muchas penas y tesoros. En el Farsistán construyó una ciudad fuerte, bella y rica, que forma la puerta de Kusiban, por la cual todo el mundo pasa. Elevó también el Kohendiz (castillo) de Nisapor, y lo terminó el día veinticinco del mes. Llevó consigo por todos lados a Baranush y prestó a sus palabras un oído atento. Ahora bien, había en Shusther un gran río que ningún pez podía atravesar. Dijo entonces a Baranush: "Si eres geómetra, construirás en este lugar un puente, que parezca una cuerda, porque daremos la vuelta a la tierra pero el puente permanecerá por efecto de la ciencia dada por dios nuestro guía; cuando hagas este puente, largo en mil codos, pedirás de mi tesoro todo lo necesario para ésto. Ejecuta en este país, por la ciencia de los sabios rumanos, grandes obras, y cuando el puente abra un pasaje hacia mi palacio, pásalo, y sé mi huésped tanto como vivas, en alegría y en seguridad y lejos del mal y del poder de Ahrimán". El valiente Baramush puso manos a la obra y terminó entres años ese puente. Cuando el puente estuvo acabado, el rey salió de Shusther y pasó a su palacio a toda prisa.

 

Firdusi, Sha-Nama, Libro de los Reyes, en: Gagé, J., La Montée des Sassanides, col. Le Mémorial des Siècles, Albin Michel, 1964, Paris; Levy, Reuben, The Epic of the Kings, The University of Chicago Press, 1967. Trad. del inglés por Clara Falcionelli.