CONVERSIÓN DE RECAREDO (589)

 

En el año VIII del emperador Mauricio, que es el año cuarto de Recaredo, el santo sínodo de los obispos de toda España, Galia y Galicia por orden del príncipe Recaredo se reúne en la ciudad de Toledo con un número de setenta y dos obispos, en el cual sínodo estuvo presente el recordado cristianísimo Recaredo, mostrando a los obispos, escrita en un libro por su propia mano (tomo scriptam manu sua), la disposición de su conversión (ordinis conversionis suae) y la de todos los obispos y del pueblo godo (gentis gothicae) y todo lo que corresponde a la confesión de la fe ortodoxa (fidei orthodoxae); dándose por enterado de la disposición del cual libro, el santo sínodo de los obispos decidió apoyarlo con los testimonios canónicos (canonicis monumentis). Por su parte, el conjunto del desarrollo sinodial fue obra de San Leandro, obispo de la iglesia hispalense, y del beatísimo Eutropio, abad del monasterio Servitano. Por otro lado, el recordado rey Recaredo, como ya dijimos, asistió al santo concilio, repitiendo en nuestros tiempos el que el antiguo príncipe Constantino el Grande (renovans temporibus nostris antiquum principem Constantinum magnum) ilustrase con su presencia el santo sínodo de Nicea y también a Marciano, emperador cristianísimo, a cuya instigación se confirmaron las decisiones del sínodo de Calcedonia; ciertamente, en la ciudad de Nicea la herejía arriana (haeresis Ariana) tanto comenzó como mereció su castigo, aunque sin amputar sus raíces, mientras en Calcedonia Nestorio y Eutiques en compañía de Dioscoro, su patrono, fueron condenados con sus propias herejías. Pero en el presente santo sínodo toledano (sancta Toletana synodo) la perfidia de Arrio, tras prolongadas matanzas de católicos y desgracias de inocentes, a instancias del recordado príncipe, el rey Recaredo, fue amputada de raíz de tal modo que ya no pululara más por sitio alguno donde se haya dado a las iglesias la paz católica. Esta por supuesto nefanda herejía (nefanda haeresis) -de acuerdo con lo que está escrito: "Marche la tentación de la casa del Señor"-, descubierta de la iglesia alejandrina por el santo Alejandro, obispo de esa misma ciudad, creció por medio del presbítero Arrio, que en el sínodo de Nicea, en el año vigésimo del imperio de Constantino el mayor, fue condenado sinodialmente en compañía de su propio error por el juicio de doscientos ocho obispos. La cual, después, no sólo manchó la parte occidental y la oriental, sino que incluso sedujo con su perfidia la región meridional y la del septentrión y las mismas islas. Por tanto, desde el vigésimo año del imperio del príncipe Constantino, tiempo en que comenzó la herejía arriana, hasta el octavo año de Mauricio, príncipe de los romanos, que es el cuarto del reinado de Recaredo, hacen doscientos ochenta años, en los que la iglesia católica sufrió con el ataque de esta herejía: pero venció con el favor del Señor, puesto que fue fundada sobre piedra.

 

Juan de Biclaro, Chronicon, a.a. 590, 1, en: Textos y Documentos de Historia Antigua, Medieval y Moderna hasta el siglo XVII, vol. XI de la Historia de España de M. Tuñón de Lara, Labor, 1984, Barcelona, pp. 178 y s. Véase tb.: Joannes Biclarenses abbas Chronicon, en: Migne, Patrología Latina, t. LXXII, col. 863-870, esp. col. 869-870.