ACTA DEL PATRIARCA MIGUEL AUTOREIANOS (1208-1214) PROMETIENDO REMISIÓN DE LOS PECADOS A LOS SOLDADOS

 

Aquí se perdona a aquellos que caigan en la guerra.

Del mismo [patriarca] y de su gran sínodo, a todos los militares, parientes y familiares del emperador, o mejor dicho, a todos los súbditos y soldados del emperador.

¡Romanos (esta sola denominación es suficiente para recordaros las antiguas valentía y virtud militares), que provenís de las grandes familias y tenéis una moral imperturbable, y vosotros, bravos guerreros que seguís la carrera militar! Es tiempo de mostrar, con la gracia del cielo, vuestra virtud y valentía (de una parte, por la gracia inmaculada de vuestra fe y por la herencia de Cristo, de quien sois los defensores corporales; de otra, por la libertad y la gloria de nuestra patria, por el honor de los padres, de las mujeres y de los niños), de tener un celo ardiente y una justa cólera en vuestros corazones, contra nuestros injustos y arrogantes enemigos que nos atacan, y que serán, así lo creemos, aplastados por el Señor como los cedros estériles del Líbano. ¡Levantáos, confiando en Dios, retornad a vuestra antigua moral, no permitáis que se arroje por los suelos la nobleza de vuestra patria!

Nuestros enemigos no están hechos de otra naturaleza, no son sino cuerpo y alma, ni invulnerables ni insensibles, como dicen las fantasías de los antiguos griegos. Es la insolencia y la arrogancia y una inaceptable temeridad lo que los fortifica, así como, además, el ilegítimo deseo de injusta ganancia -a causa de lo cual pierden igualmente sus almas en el fuego eterno. Si, pues, aquellos, movidos por tales pasiones, no tienen cuidado de sus almas y, con el descaro de los bandidos, invaden las posesiones del prójimo, si, combatiendo por su perdición como si fuera por su verdadera salvación, llegan a esta ruinosa concordia, ¿cómo nosotros, que estamos apoyados en el derecho natural, y llamados a ser juzgados por el ojo infalible, no los contraatacaremos con coraje y no nos batiremos hasta más allá de nuestras fuerzas, cuando los bienes terrestres serán para nosotros acompañados por la recompensa de Dios? Ello a condición de confiarse a Él y de prometer, todos juntos y cada cual por separado, llevar una vida que le plazca, si no se la ha llevado hasta ahora.

Venid, queridos hijos, y escuchad: al mismo tiempo que se hubo presentado Él mismo en la tierra, Dios nos dio la realeza, una buena monarquía, una imagen de su gobierno, eliminando el desorden y la poliarquía, a fin de que aquellos que creen en Él, no se destruyan ni destruyan su fe atacándose unos a otros. Vosotros sabéis cómo Dios, a causa de nuestros pecados, nos ha puesto a prueba hasta el punto de correr el riesgo de ser totalmente sometidos a los bárbaros, y de nuevo tuvo misericordia de nosotros: nos dio un bien primordial, la realeza, y puso a nuestra cabeza un emperador laborioso, digno de los tiempos -vosotros que habéis estado en campaña con él, lo sabéis por sus actos-, muy generoso y gratificante en las hazañas militares de una manera digna de un emperador. En nuestros días, Dios ha mostrado en él obras admirables, las cuales debemos siembre tener en cuenta a fin de seguirlas. Si en un cuerpo la cabeza es la más preciosa, y por ese hecho es protegida por los otros miembros, ¿cómo no vamos a estar obligados a proteger la cabeza que Dios nos ha dado? ¿No habéis visto cómo las abejas rodean y defienden a su reina? Si los animales privados de razón saben obrar así, conviene mucho más a nosotros, a quienes Dios ha dotado de razón y juicio, el defender, proteger y sostener sin cesar a nuestro santo autokrator, para que vosotros no merezcáis el calificativo escriturario de pueblos insensatos. Con valor, pues, venceréis a todo oponente. Nosotros, el clero, premunidos con las armas espirituales, os asistiremos con nuestros votos.

Que la gracia de nuestro Señor Jesu-Cristo esté con vosotros. Amén.

Habiendo recibido de Él el gran don de la gracia, perdonamos todos los pecados a aquellos de entre vosotros que mueran combatiendo por la defensa de la patria y la salvación del pueblo de Dios.

 

En: Oikonomides, N., "Cinq actes inédits du patriarche Michel Autoreianos", en: Revue des Etudes Byzantines, 25 (Mélanges Venance Grumel II), Paris, 1967, ahora en: Oikonomides, N., Documents et études sur les institutions de Byzance (VIIe-XVe s.), Variorum Reprints, 1976, London, XV, pp. 113-145. La traducción, "intentionnelement abregée", según Oikonomides, en pp. 115-117; el texto griego en pp. 117-119. Trad. del francés por José Marín, teniendo a la vista la versión griega.

 

 

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